Para hacer un buen guiso, lo primero, primerísimo del todo es saber qué quieres hacer, preguntar después a tu carnicero de confianza qué pieza, de las que tiene, le va mejor, buscar el resto de ingredientes y un buen recipiente. Contenido y continente. Y como de lo primero solemos hablar un poco más, vamos hoy a centrarnos en lo segundo respecto a un guiso. Ya hablaremos de hornos y de sartenes otro día. Recipientes ¿en qué nos tenemos que fijar y por qué?
Material. Tiene una importancia crucial. Al preparar un guiso o cocido, es el agua, al calentarse, el que cocina la carne. Por eso es imprescindible que el material de la olla o cazuela reparta el calor por igual para que todo el líquido alcance la misma temperatura. Si cocinas en un recipiente de hierro, las llamas sólo calentarán el fondo del mismo por lo que, o no paras de dar vueltas al contenido, o se harán primero los trozos más cercanos al fondo. Sin embargo, el hierro fundido transmite muy bien el calor, consiguiendo una cocción homogénea.
Tamaño. Sí, sí que importa. Y todo depende de la cantidad de carne que quieras cocinar porque, al diluir su sabor en el agua, si hay mucha cantidad, se perderá en la mezcla. Sin embargo, si no hay mucho líquido, éste se saturará antes de que la carne pierda todo el gusto. Si quieres que quede un caldo sabroso, es mejor estar pendiente y añadir agua si es necesario, que bañarlo en un recipiente enorme.
¿Por qué es tan interesante cocinar a baja temperatura? En mi opinión, principalmente, porque me gusta variar las recetas. Quien se queje de comer siempre lo mismo, es que no ha pasado por aquí, ¡y nosotros sólo hablamos de carne de ternera! Pero, empecemos por el principio, ¿qué es eso de la cocción lenta? Es preparar la carne con una cocción suave y homogénea a menos de 80 grados. ¿Qué ofrece esta técnica?
La posibilidad de convertir piezas grandes en auténtica mantequilla al derretir el colágeno muy despacito.
La cocción es muy homogéneo.
Además, la carne está muy jugosa porque conserva todos sus jugos. Prácticamente, no pierde agua.
Al no sobrepasar una temperatura elevada, no se destruyen las sales minerales y vitaminas.
Salubridad, ya que a partir de 60ºC desaparecen las bacterias, microbios y demás
¡Ah! Y no pasa nada si lo preparas para comer y el vermut se alarga un poco ya que 15 minutos más de cocción pasan prácticamente inadvertidos. Y sólo manchas el horno.
Para la gente de mi generación, el cocido es como Espinete: una magdalena capaz de evocar sensaciones muy similares. A mi me huele a familia, frío, siesta… y ahora que ya somos nosotros a los que nos toca cocinarlo, a tiempo para hacerlo, añadiría. Pero esos son otros detalles, a lo que sí que huele es a sábado, a fresquito y a vermut, ¿verdad? No me enredo más, que se nos escapa noviembre sin preparar la receta del mes.
Ingredientes:
500 gr de carne de morcillo de ternera
1 punta de jamón
300 gr. de panceta o tocino
1 hueso de espinazo de cerdo
1 hueso de rodilla de ternera
1 morcilla
3 chorizos de guisar
1 carcasa de pollo
2 muslos y contramuslos de gallina
250 gr de garbanzos
4 patatas
3 zanahorias
1 repollo
1 cebolla
1/4 de repollo o col
fideos al gusto
Sal
Al lío:
Como siempre que cocinamos garbanzos, tenemos que ponerles en remojo la noche anterior con abundante agua fría. Que no se nos olvide que, sin garbanzos, no hay cocido.
Comenzamos a preparar los huesos. En una olla pon agua a cocer y mete el hueso del jamón cuando el agua comience a hervir durante unos 5 minutos. Sácalo y límpialo bien con agua fría.
Escurre bien los garbanzos y mételos en una red para legumbres. Esto no es imprescindible, pero te ahorrará estar rebuscando los garbanzos en el caldo. Ponlos en una olla (tú decides si lo haces con olla rápida o normal, todo dependerá del tiempo que tengas) junto con todas las carnes y huesos. Con ganas, que si hay carne, hay alegría. Cúbrelo con agua fría y pon el fuego fuerte. Cuando comience a hervir el agua, baja un poco el fuego y que siga borboteando unos 10 minutos más mientras espumas el caldo. Deja que se cocine todo (tienes que comprobar que los garbanzos quedan tiernos) y sigue espumando el caldo, que quede lo más limpito posible. Tienes que estar también muy atento para que siempre tenga agua, no te distraigas y la líes. Abre la tapa y remuévelo de vez en cuando, olfateando un poco, que son esos gestos las que nos hacen sentir un poco cocinillas a los que no tenemos ni idea.
Ahora vamos con las verduras. Pela las zanahorias, las patatas, la cebolla la col (procura que siga todo unido a la parte central para que no se deshaga), échalo todo en una olla y cuécelo. Ya sabes, cuando hierva el agua, baja el fuego, tapa la olla y deja que se cocine hasta que las verduras queden tiernas. Añádelo al cocido. Haz lo mismo con el chorizo, para que suelte toda la grasa sin añadirse al guiso final.
Como casi todos los guisos, el cocido también está más rico reposado, al día siguiente. Además, esto te permitirá quitar la grasa que se queda en la superficie al enfriarse. ¿Qué conseguimos así? Además de quitar calorías, que la digestión sea un poquito más ligera. Y no restar nada de sabor.
Ahora viene lo bonito: reserva las verduras, la carne, los huesos y los garbanzos, prepara el caldo con los fideos.. y qué aproveche.
¡Ah! Seguro que te sobra caldo, así que congélalo pensando en esas cenas rápidas de invierno. No hay excusas para no comer bien. Y nada, repito, nada, se tira.
Creemos necesario, pero de verdad, reivindicar el valor de la casquería, un producto ampliamente consumido en otros tiempos que hoy sentimos un poco denostado, ¿estamos tontos? Cierto es que no es necesario (posible, diría yo) llegar al nivel que ha alcanzado Javi Estevez en La Tasquería (IM-PRES-CIN-DI-BLE), pero todos podemos lucirnos y comer bien preparando casquería. Ale, y todo este rollo para presentaros la receta del mes de septiembre: lengua de ternera.
Ingredientes:
1 lengua de ternera
200 gr. de guisantes
2 puerros
1 cebolla
1 tomate
1 pimiento verde
1/2 pimiento rojo
3 zanahorias
3 dientes de ajo
1 botella de vino blanco (o tinto, si te gusta mas)
Agua
Aceite de oliva virgen extra
Sal
Una rama de tomillo
Una rama de romero
1 hoja de laurel
Perejil
Al lío:
Como siempre decimos, es imprescindible tener un carnicero, pescadero y frutero de confianza. Vamos, alguien que te asesore y te suministre buen producto fresco. Así puedes pedirle que te de la lengua lo más limpia posible y ahorrarte trabajo. Aún así, si te ha tocado o quieres hacerlo tú, tienes que limpiarla bien y ponerla en una olla con agua (que la cubra bien). Yo haría esto en olla rápida, para no tardar tanto.
Una vez que la lengua se enfríe, toca limpiarla bien, retirar cualquier venita que haya quedado y pelarla. Este proceso es laborioso pero imprescindible.
Es el turno de las verduras: pica todo bien y ponlo a pochar en la olla con un chorrito de aceite. Sazona bien. Añade el vino, la lengua y observa a ver si la receta te pide agua. Tápalo y guísalo durante 50 minutos en la olla rápida, o dos horas en una cazuela normal.
Déjalo enfriar y, cuando la lengua esté lista, córtala en rodajas y pasa la salsa por un pasapurés. Caliéntalo junto durante unos cinco minutos para que se mezclen bien los sabores, emplata, busca una buena hogaza de pan… y qué aproveche.
Seguro que te ha gustado esta receta, ¿verdad? Pues tienes muchas más en el apartado receta del mes de este blog y puedes ver todas las que preparamos para este año en nuestro calendario.
Otra receta de temporada: el estofado de ternera a la naranja de Las cosas de May. ¿Naranja en un guiso? Por supuesto, aporta un toque ligero a la rotundidad de la carne de ternera, acompañando a la zanahoria y la cebolla que dan cuerpo a la salsa. Mmmm… una receta perfecta para estos días primaverales en los que tan pronto llueve como sale el sol.
Esta semana os proponemos preparar un clásico entre los clásicos del guisoteo: el jarrete de ternera, también conocido como morcillo. Una receta sencilla, pero con algo de maña para darle el punto, y cuyo único secreto es contar con un carnicero de confianza que te ayude a seleccionar una buena pieza. Sigue las instrucciones que nos propone la revista Elle y dale un toque otoñal añadiendo unas castañas al guiso final.
Esta claro que el ritmo de vida ha cambiado y, o lo asumimos… o lo asumimos, porque ya hay poca vuelta atrás. Pero eso no implica que debamos desprendernos de cosas que, con muy poquito, nos hacen sentir muy bien. Por ejemplo, ¿sienta igual llegar a casa después de uno de estos días frescos de otoño y cenar una sopa calentita, una carne de ternera al vino tinto o un sandwich? No, claro que no, por eso tenemos que buscarnos la vida para conseguir lo máximo con el mínimo tiempo posible en la cocina. Y ahí, la crock pot es de gran ayuda.
¿Qué es eso de crock pot? Una olla de cocción lenta que funciona con energía eléctrica para cocinar los alimentos que se colocan en su interior con una temperatura que sube de forma gradual hasta alcanzar un máximo de 100ºC. Es perfecta por tanto para guisar carne, hacer caldos y legumbres durante horas, y conseguir así el sabor que daban los antiguos pucheros.
Todos aquellos que tengáis la suerte de comer en casa (y en Segovia somos muchos) podéis preparar una cena muy completa programando la crock pot a la hora de comer. El resto… seguro que ya existe algún modelo programable con antelación. Que ya decimos que el cambio llega rápido…
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